Hay personas que escuchan voces, voces sin que provengan de otras personas, ni de ningún tipo de dispositivo tecnológico. Hablamos aquí de la experiencia de las personas que escuchan voces en su cabeza.
Es un fenómeno más habitual de lo que parece y que ha sido marginado durante años. Históricamente, se consideró que las personas que escuchaban voces estaban inspiradas por un Dios o por un demonio. Pero, con el desarrollo de la psiquiatría, la opinión comúnmente admitida es que se trata de enfermos mentales graves con trastornos psicóticos como la esquizofrenia. Esta idea según la cual la escucha de voces es un síntoma, una alucinación auditiva que hay que combatir con neurolépticos o antipsicóticos para hacerlas desaparecer, tendría que ser relativizada a la luz de datos actuales acerca de la prevalencia de la escucha de voces en la población general. Además la escucha de voces no siempre es algo egodistónico. Esto abre el camino a replantearse la caracterización como pacientes psiquiátricos de los escuchantes de voces.
Los datos actuales ofrecen la posibilidad de matizar lo comúnmente admitido sobre sobre un fenómeno demasiado silenciado, por miedo, desconocimiento, y miedo a la estigmatización.
Prevalencia en la población general y proporción de pacientes psiquiatricos
Tien (1991) realizó un sondeo de gran envergadura, en EEUU, sobre unas 15000 personas procedentes de Baltimore, St Louis y Los Angeles para evaluar la repartición y tipos de alucinaciones en la población general. Decubrió que el 2,3% de la población general escucha regularmente y continuamente voces. Según estos datos el hecho de escuchar voces no es una cosas tan inhabitual. Lo que plantea la posibilidad que no todos los escuchantes de voces sean pacientes psiquiatricos. Algo que se ve respaldado por los datos de Beavan (2006) que encuentran que de una muestra de escuchantes de voces de Nueva Zelanda, que la mayoría nunca habían sido diagnosticados por trastorno psiquiátrico a pesar de que más de la mitad de ellos habían estado en contacto con servicios de salud mental por razones no o apenas relacionadas con la escucha de voces. En otras palabras, la escucha de voces no siempre es un problema en sí y por eso no desencadena diagnóstico ni intervención.
El carácter egosintónico o egodistónico
Otra manera de decir que la escucha de voces no siempre le causa problema a la persona que las escucha es considerar el carácter egosintónico o egodistónico de esta experiencia. Así ciertas personas viven en buena harmonía con sus voces, mientras que otras sufren de su presencia y se convierten en pacientes psiquiátricos.
En oposición a una idea generalmente aceptada, la experiencia de escuchar voces no siempre es una experiencia problemática. Así Gatiss, Dubley, McGregor y Freeston (2005) investigando la escucha de voces considerándola desde su posible aspecto positivo descubrieron que la principal diferencia entre una escucha de voces positiva y una escucha negativa no estaba ni en su contenido (agradable o desagradable) ni en la frecuencia de las voces, sino en su grado de controlabilidad percibida. Así a pesar de que las voces positivas no pueden ser detenidas como tampoco las negativas, sin embargo, con las voces positivas se puede mantener una conversación, mientras que a las voces negativas se les intenta resistir más de lo que se puede hablar con ellas.
John Watkins (2006), consejero y educador de salud mental en Australia mostró que si oír voces es una experiencia que se tacha de cercana a la locura, no deja de ser una experiencia en realidad bastante extendida en la población general. Si las voces son un síntoma destacado de trastornos psicóticos como la esquizofrenia, también pueden ocurrir en otros numerosos contextos.
Watkins descubrió que:
- numerosos individuos perfectamente adaptados que habían tenido al menos una experiencia de escucha de voces,
- ciertas personas escuchaban voces con regularidad tanto de manera molesta como de manera reconfortante y aliviadora.
Según Beaven (2006) se puede distinguir entre:
- los contenidos de las voces: positivos (consejos, palabras de ánimo y reconfortantes, y risas), negativos (llantos, críticas, ordenes de dañar a otros o a uno mismo).
- la identificación de las voces: muertos (lo más frecuente) – partes de uno mismo – dioses – y aliens.
- la atribución del origen de las voces por parte de los escuchantes: disfuncionamiento cerebral – drogas – trauma – o entidades espirituales.
Relación con el trauma y necesidad de intervención
Romme y Escher (1998) encuentran una relación significativa entre un episodio traumático o una dificultad seria y el principio de la escucha de voces en un 70 a 80% de los casos en caso de pacientes psiquiatricos y en un 50% de los no diagnosticados que escuchan voces. Estos episodios pueden ser experiencias traumáticas extremas como abuso físico o sexual en la infancia o en la edad adulta, problemas irresolubles de identidad sexual, problemas de trato muy injusto en el trabajo, o la pérdida de un ser querido en circunstancias complicadas. Para ellos escuchar voces no es en sí un signo de enfermedad mental. El problema está más bien en la dificultad para hacerle frente a las voces. Concretamente, cuando estas voces señalan graves problemas traumáticos que la persona no resolvió o no aprendió a gestionar, sería necesario analizar estos problemas e intervenir en función de las necesidades que presentan las personas, y no intentar acallar las voces sin más tapando los problemas con medicación.
Para no concluir: el necesario cambio de paradigma.
Todos estos estudios parten de la idea de que para entender el fenómeno de la escucha de voces, hay que preguntarles a los que más saben de primera mano al respecto es decir, a los escuchantes de voces ellos mismos.
Puede parecer algo de sentido común. Sin embargo, la atención en salud mental desde la psiquiatría y la psicología siguen considerando, por sistema y por definición, que las voces no son otra cosa que alucinaciones auditivas y por lo tanto no merecen ser tenidas en cuenta sino combatidas para poder volver a la salud mental. Nos encontramos pues en la paradójica situación en la que los expertos en salud mental tienen un punto de vista reductor basado en el paradigma pasteuriano: síntoma = enfermedad = tratamiento; mientras que muchos escuchantes de voces están deseando que la escucha de voces sea considerada algo normal porque de lo que sufren es del estigma generado por la sociedad, en particular tras el diagnóstico, más que de las propias voces que escuchan.
Una vez que se reconsidere la posibilidad de que las voces merezcan ser escuchadas y entendidas, estaremos dando un paso de gigante hacia la atención psicológica para personas que en su mayoría pueden haber sufrido un trauma aún pendiente de resolver. Manos a la obra, hay mucho que hacer.
Bertrand René Gerard Maridor
Psicólogo general sanitario.
Referencias:
Beavan V., J. Read et C. Cartwright (2006) Angels at our tables : A summary of the findings from a 3-years resaerch project into New Zealander’s Experiences o Hearing Voices. University of Auckland, New Zealand.
Gatiss E., R. Dubley, B. McGregor, M. Freeston (2005) Positive Experiences of Voices. University of Newcastle upon Tyne, UK.
Romme M. y Escher S. (Eds), Accepting voices (1998) 2nd edición, Mind Publications, London, UK.
Tien A. Y. (1991) Distribution of hallucinations in the population. Social Psyquiatry and Psyquiatric Epidemiology, vol 26 (6), Dec, pp 287-292.
Watkins J. Hearing Voices – A common Human Experience (2008) Michelle Anderson Publishing, Australia.