¡Historia de un duelo!
Me paso el día explicando que las cosas son más complejas de lo que suelen parecernos, que recurrir a los prejuicios, a las apariencias o simplemente olvidarse de lo que le pasa al otro (la pareja, el hijo, el jefe…) nos lleva a una visión reducida, carricatural y sesgada de las cosas que no nos permite comprender la realidad.
Y sin embargo, cada noche, sigilosamente llega un hombre encapuchado y armado de lo que no se sabe muy bien si es una navaja, una cuchilla de afeitar, o una espada, pero con la firme intención de sacarle una buena tajada, una buena rebanada a mi línea argumentativa. Ese fantasma es el de un excomunicado fraile franciscano de origen inglés dispuesto a todo, desde el siglo XIV, arrastrando por los suelos y frotando contra las paredes su arma blanca para hacer cumplir a rajatabla (nunca mejor dicho), la regla lógica que lleva su nombre. Este encapuchado se llama: Guillermo de Ockham.
¿Qué busca el principio de economía de la navaja de Ockham?
Podemos formularlo de las siguientes maneras:
«Cuando disponemos de varias tesis en competición que permiten predecir exactamente las mismas cosas y que no podemos decantarnos por una en particular, la más simple es la mejor… hasta que se demuestre lo contrario.»
«Las explicaciones más sencillas son las mejores a igual capacidad explicativa de la realidad.»
«La explicación más simple y suficiente es la más probable, mas no necesariamente la verdadera.»
¿Entonces la navaja de Ockham entra no en contradicción con mi idea de que las cosas suelen ser más complejas de lo que parecen?
No, siempre y cuando tener más información en cuenta aporte una ventaja explicativa, de comprensión. Ockham no defiende que las teorías por ser más sencillas sean mejores, tampoco dice que las teorías más complejas estén necesariamente equivocadas. Con la navaja de Ockham se trata de afeitar las teorías para dejarlas en su versión más depurada, de quitarles el sobrante.
RESUMIENDO: la navaja de Ockham es un principio metodológico y filosófico también conocido como: «Principio de economía», «Principio de simplicidad» o «Ley de parsimonia». Invita a no multiplicar las entidades (las hipótesis, las nociones) sin necesidad. El sentido del principio de Ockham es que en condiciones idénticas se prefieran las teorías más simples. Según este principio, no debería preferirse una teoría simple pero con pocas evidencias frente a una teoría compleja pero con mayores pruebas. Entonces, cuando abogo por la complejidad de las cosas, siempre que sea algo justificado a nivel práctico estoy aplicando también el principio de economía de Ockham. No pelearé contra Ockham ya que, por lo visto, usamos la misma navaja, lo que significa que estamos de acuerdo.
Bertrand René Gerard Maridor
Psicólogo General Sanitario