A veces me preguntan quien es René Gerard. O si es un nombre artístico. Primero contestaré a la segunda. Puede parece un nombre artístico y de hecho, precisamente por esta razón, me lo han recomendado en su momento. Pero en realidad, no es un nombre artístico ya que son mis verdaderos nombres. Todo el mundo me conoce por Bertrand que es mi nombre de pila y el primero de mis tres nombres, pero sólo es el primero. Así que René Gerard, definitivamente soy yo.
Y ahora, es pesar de que resulte extraño, contestaré a la primera pregunta. Porque quizás haya que entender la pregunta en plural: quienes son René y Gerard, ya que son nombres que no me pusieron por casualidad. Y ahí viene lo interesante, algo que a mí me hace sentir especial. Y al mismo tiempo, de lo que soy consciente que es una situación muy común: René y Gerard son los nombres de mis dos abuelos… Pero la anécdota no termina ahí, sino no se merecería su lugar en esta sección de anécdotas y reflexiones.
Viví los suficientes años de mi infancia, juventud y principio de adultez en contacto con esos dos hombres para que hayan dejado una profunda huella en mi forma de ser. De hecho, en consulta, me doy cuenta de que sin nombrarlos, algunas veces menciono enseñanzas o anécdotas que me transmitieron. De momento, aún nada fuera de lo común, en realidad.
Lo gracioso es que mis dos abuelos no podían ser más diferentes el uno del otro: uno era bajito, con barriga, calvo, de ojos azules, mientras que el otro era alto para su época, fuerte de trabajar, apenas tenía canas y de ojos marrones. Más allá de la disparidad física, es que no se parecían para nada. Sino fuera por mis padres no se habrían ni conocido, ni apreciado. Uno era funcionario, el otro autónomo. Uno se pasaba el día metido entre libros, y el otro, una vez, me leyó una historia. Uno era deportista, el otro hacia ejercicio trabajando físicamente. Uno te leía un diccionario mientras que el otro te hacía una casa. Uno era un bromista empedernido con un gran sentido del humor y de la autoburla mientras que el otro era riguroso, serio y a veces autoritario. Uno era un intelectual amante de los idiomas y de los juegos de palabras, el otro era un manual que pensaba mucho para hacer las cosas duraderas y prácticas. Uno era de izquierdas, y el otro de derechas… Eran lo más parecido al día y la noche. Y yo me llevo muchas cosas de los dos, no es que yo sea una mezcla rara, ni tampoco una síntesis perfecta de ambos, pero sí que se reconcilian en mí mismo muchos aspectos que en ellos dos, podían parecer irreconciliables.
Y eso, aunque pueda parecer algo rebuscado, en el fondo tiene que ver con la manera que tengo de abordar la realidad, considerándola como decididamente dialéctica: lo que supone la capacidad de unir los opuestos. Y en la realidad los opuestos existen, a muchos, no les entran en la cabeza porque sienten que tienen que tomar partido. No tengo ese problema, y como de alguna manera es un poco gracias a mis abuelos, pues les rindo un pequeño homenaje a través del nombre del Centro de Psicología René Gerard.
Influenciaron mi forma de ser. Ya que soy, a la vez un hombre práctico que cultiva, fabrica y repara, y un intelectual que se cultiva, piensa el mundo y sana. Si tuviera que destacar el principal legado de mis abuelos (más allá de frases, refranes, historias familiares, anécdotas y experiencias suyas…) sería el hecho de haber imprimido en mi mente como una evidencia la condición de posibilidad de coexistencia de polos opuestos. Me llevaron a una máxima apertura de mente. No tenía otra opción que la de reconciliar esos polos opuestos. Eso me ayudaría supongo a descubrir que las cosas no son ni blancas ni negras, que la realidad pocas veces es tan sencilla. Ahora soy capaz de comprender (en el sentido etimológico de acoger en mi seno) realidades dispares y opuestas sin juzgarlas. Como consecuencia hoy en día, cuando “proceso” una información, tiendo a buscar la que la completaría. A nuestros cerebros les gusta ir a lo más fácil y tendemos a simplificar por sistema. Es algo general que nos fragiliza ante engaños, desinformación, prejuicios por ejemplo. Sin embargo, en la vida real los polos opuestos, los intereses opuestos e divergentes, sí que existen. Como profesional de la psicología necesito comprender bien para poder ayudar mejor. Ahora sí creo que me he ganado esa «licencia poética» para firmar como…
René Gerard