LOS LÍMITES Y LA MENTE HUMANA
Los griegos tenían una palabra para calificar una mente que no conociera límites, decían que estaba sometida a la hubris, que se caracteriza por una desmedida y huida hacia delante que se materializa a través de ideas de grandeza, asunción de riesgos que ponen en riesgo la vida propia y de otro, ideas de superioridad o de tener derechos especiales. La hubris se caracteriza por no conocer medidas o lo que es lo mismo por una desconexión de la realidad.
Aristóteles, fiel a la idea griega de que la hubris se considera una actitud desmesurada que puede llevar a la destrucción o al castigo, y consciente de que todo lo extremo o excesivo se convierte en patológico, defendió la idea de que la virtud y la excelencia se encuentran en el término medio entre los extremos, y desarrolló una ética basada en la moderación y la búsqueda de equilibrio.
Freud llegó a distinguir tres tipos de patologías mentales que se entienden muy bien a través del prisma de los límites:
– las neurosis que son la expresión del sufrimiento sentido y expresado por las personas que malviven con los límites a los que se ven expuestos, sometidos y con los que les toca lidiar durante su vida o algún momento de su vida.
– las psicosis en las que las personas no asumen la realidad de los límites o de algunos límites de su vida y reinterpretan las cosas del modo que se reescribe y reinterpreta la realidad, que se define por sus límites, en ficción, delirios, alucinaciones y otras experiencias psicóticas.
– finalmente, las perversiones: los perversos saben que existen límites y disfrutan rozando o rebasándolos, confundiendo a los demás, jugando a hacer que no se dieron cuenta, e infringiéndolos cuando se saben impunes.
Típicamente, una mente que no conoce límites es la de un niño pequeño, precisamente porque aún no se ha confrontado lo suficiente con la realidad. Por ello, puede llegar a confundir sus deseos con la realidad de lo que va a pasar a continuación, sus ideas con lo correcto, y reescribir la realidad prestando voces a animales y vida a objeto inanimados, así como otorgando capacidades sobrenaturales como la omniciencia, la omnipotencia o la inmortalidad a sus seres queridos, o la capacidad de teletranportarse a los monstruos que le asustan.
El niño pequeño no es consciente de su propio cansancio, sus padres se dan cuenta de que va a caer rendido, pero él seguiría con sus actividades hasta el agotamiento. Progresivamente, a medida que su mente va madurando y confrontándose con la realidad, el niño va siendo cada vez más capaz de asumir límites como marco que estructura su existencia.
Algunos hitos del desarrollo relacionados con límites:
– la gravedad, caerse duele (18 meses).
– entender el “NO” (18 meses).
– no todo es para uno, hay que compartir (2 años).
– consciencia de ser niño o niña (3 años).
– los demás tienen sus propios pensamientos (teoría de la mente, 3 años).
– los deseos no siempre se convierten en realidades (4 años).
– la consciencia del tiempo, de hacerse mayores (5 años).
– formar parte de una familia implica respetar normas familiares (5 años).
– jugar no es lo mismo que ganar (6 años).
– no es lo mismo mentir que gastar una broma (6 años).
– no se puede remontar el tiempo, deshacer ciertas cosas (7 años).
– no todo lo que dice o hace un adulto es correcto (8 años).
– hacer trampas está mal (8 años).
– la muerte como hito universal e irreversible (9 años).
– hacerse mayor supone más responsabilidades (10 años).
– cuando se quiere recibir, también hay que saber dar (10 años).
– los padres no siempre tienen razón ni son los mejores (12 años).
– la libertad de uno termina donde empieza la de los demás (15 años).
– la voluntad personal debería estar supeditada a la voluntad general y al bien común (16 años).
– las promesas políticas sólo comprometen a los que se las creen (30 años).
– el peso de los años en la destreza física (65 años).
Podemos decir que el paso a la edad adulta se hace precisamente cuando el individuo deja sus últimas facetas infantiles y consigue una visión y una concepción del mundo que tienen en cuenta la mayoría de los límites que pueden estructurar y condicionar su vida. Tipos de límites: físicos (la gravedad, la no ubicuidad, la relatividad del movimiento, el paso del tiempo…), corporales (el peso, la fuerza, la resistencia, la elasticidad, el sexo, la raza, la especie, los genes, los instintos, y cualquier otra característica o capacidad física…y finalmente la muerte), morales (el bien y el mal), sociales (las leyes, las normas, los usos, las costumbres,…), psicológicas (los instintos, los conocimientos, las experiencias, la memoria, reconocer las emociones propias y las de los demás, la empatía, la inteligencia, la comunicación, la paciencia, y cualquier otra característica o capacidad psicológica…).
A modo de conclusión, podemos decir que los límites son inseparables de la vida, de la vida sana y de la psicología. La vida sana podría consistir, precisamente, en desarrollar todo nuestro potencial sabiendo aceptar con filosofía los límites que nos condicionan de manera inevitable, en adaptarnos a los que nuestra sociedad y pertenencia familiar requieren, en aceptarnos a nosotros mismos, pero también en ser conscientes y rechazar límites basados en el engaño, el fraude y cualquier tipo de abuso o manipulación que restrinja nuestra libertades de pensar, actuar y vivir. Para ello es bueno cultivar una mente crítica y no limitarse a creer ideas o repetir usos por mucho que se nos presenten como reales o normales. Es importante confiar en nuestro buen juicio, en nuestros sentidos, ya que la realidad es obstinada y siempre barrerá los falsos límites a través de un choque de realidad que también se conoce como el eterno retorno de lo concreto.
Bertrand René Gerard
Psicólogo